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“MAQUILLAJE DE UN CRIMEN” (VI)

“MAQUILLAJE DE UN CRIMEN” (VI)

Publicado en ColaboradoresMartes, 11 Marzo 2014 15:26

“MAQUILLAJE DE UN CRIMEN” (VI)



















NOTA DE REDACCIÓN.- Esta síntesis periodística de la novela “Maquillaje De Un Crimen”, escrita por Ricardo Belmont Cassinelli, va mostrando gradualmente, cómo se inicia, un negocio que siendo una simple “franquicia” para distribución de cosméticos, ha llegado a convertir a sus empresarios en integrantes del grupo de “los más ricos del Perú” y “los más ricos del mundo”, según “Forbes” y otras publicaciones especializadas.

En el capítulo anterior, Ricardo, alude al “puerteo”, como innovador sistema de ventas, añadiendo a lo que su padre soñó como una modalidad de progreso-sobre todo para vendedoras-, se convirtió poco después, en un sistema de explotación, absolutamente inhumano.

Ahora, cedamos la palabra al protagonista de esta aleccionadora autobiografía.



EL SECRETO DEL PERFUME

“Así llegamos al verano del 66, cuando todos los muchachos, alistábamos nuestros disfraces de “Dominó”, o “Hawaiiano”, para esos grandes bailongos que organizaban clubes como el “Regatas Lima”, o algunos municipios como el barranquino, que daba inicio al festejo, el sábado con “El Gran Baile Infantil”, la seguía el domingo con “El Tradicional” y a veces, remataba el lunes, con un  fiestón de amanecida, en medio de una cierta nostalgia para quienes veían alejarse la celebración de la alegría y los romances juveniles que, en algunos casos, culminaron en felices matrimonios, para muchachones de ayer, que hoy, peinan canas y entretienen nietos.

Gente que evoca “El Botecito”, “Oh, Oh, Oh, Aurora”, “Uno, Dos y Tres” temas que animaron aquellas noches inolvidables de orquestas infatigables y luces multicolores.

Para mi, sin embargo, esos días tienen un toque de tristeza-y no porque no disfrutara como todos, el carnaval-, sino porque fue precisamente por aquella época, cuando empecé a descubrir que “algo no andaba bien” en la empresa “Robel”. No tenía, lo que se dice, una certeza, pero ciertas palabras sueltas, algunos gestos y, sobre todo, la mirada de mi tío Fernando sobre los ojos de mi padre, cuando advertía en ellos, desaprobación por ciertos negocios “paralelos”, que resentían la nobleza y la hombría de bien, que siempre caracterizaron a Don  Augusto, mi inolvidable padre.

Ese “lenguaje misterioso”, me hacía entender que por debajo de ese mundo de cremas de belleza y perfumes estilizados,  se movía la “mano negra” que ponía en peligro, todos los sueños de futuro empresario, que ingenuamente acariciaba, mientras iba acomodando caja tras caja en la estantería de mi vida diaria.

Resulta que mi tío Fernando, había incorporado a su círculo de amistades, a Willy Dyer, un ex deportista de gran  prestigio en las pistas y envidiable facilidad para romper records y conquistar chicas.

Su porte atlético, su cabello rubio y su poblado bigote, favorecían sus aires de playboy, si bien nadie sabía con exactitud, de dónde sacaba dinero para sus “aventuras”, su llamativo coche sport y su ropa de última moda.

Pero por cosas del destino y sin habérmelo propuesto, resulté descubriendo el misterio. En pocas palabras, con  financiamiento que le proporcionaba mi tío, Willy, compraba relojes de contrabando a precio mínimo y luego, los revendía “a precio de unidad”, con muy buenas utilidades que, naturalmente,  compartía con su “financista”.

Mi padre, poco a poco, advirtió este juego innecesario y, desde luego, lo desaprobó originando una de tantas rabietas de mi tío Fernando, que no admitía que alguien lo criticara. Y parece que lo de los relojes, no era el único “bussines” paralelo que mi tío compartía con  el playboy Willy.

Esto, enturbiaba el aroma de los cosméticos y…al parecer, desnaturalizaba el proyecto empresarial en su conjunto.



EL BARNIZ DE LA TRAMA

Como todo lo que empieza a deteriorarse, si no se le pone remedio a tiempo, el mal, empezó a crecer peligrosamente.

Ciertas “amistades” de mi tío Fernando, habían escuchado las conversaciones de éste, con mi padre, acerca del crecimiento de distribución que podría alcanzarse, mediante el trabajo “puerta por puerta”, perfeccionado a partir del sistema “Avon Cosmétics”.

Y, naturalmente, las ganancias serían mayores, haciendo a un lado  “al socio incómodo”, que no era otro, que mi señor padre.

Yo, por mi parte, seguía cargando cajas y aprendiéndome de memoria, la nomenclatura de todos los productos, bajo la batuta de mi primo Fernando, que “me tomaba la lección“ todas las tardes, burlándose, ante cualquier olvido o confusión, explicables en un muchacho que empleaba su tiempo en el trabajo duro, mientras ellos, se la pasaban en las oficinas, cuando no enamorando a las trabajadoras, a las que invitaban a pasear en sus elegantes coches, como enganche de aventura romántica, si así se les puede llamar a sus “levantes” de ocasión.



LA DICHA DE HELENA RUBINSTEIN

La empresa “Robel” seguía fabricando cosméticos, bajo franquicia de “Helena Rubinstein” que aportaba sus fórmulas y sus “marcas” acreditadas en todo el mundo. Ahora, el negocio se fortalecería exponencialmente, aplicando el sistema de ventas que mi padre, había estudiado en “Avon Cosmetics” y en suma, todo iba viento en popa, a tal punto, que la poderosa firma norteamericana, renovó contrato con Robel, quizás suponiendo que por este camino, empezaba a abrir todo un extenso mercado latinoamericano.

Sin embargo un día, conversando con un señor Vergara que era el contador de la firma, supe que “Robel”, perdía dinero. Es más, amenazaba  entrar en falencia en cualquier momento.

¿Cómo podía ser esto? Me preguntaba yo, si las ventas y la distribución, marchaban =o parecían marchar= de manera tan  positiva.

= !Ay coloradito!...!Como se ve que eres un muchacho inocente!=me dijo el contador.=”Agarra tu escalera…esa que usas para colocar las cajas a sexto nivel…y mira lo que hay arriba”,=me remarcó.

=Yo casi sin entender lo que insinuaba, hice lo que me decía. Coloqué la escalera, trepé, como quien va a descubrir “El Tesoro del Pirata” y ahí comprendí todo de golpe y porrazo.

Entendí, los ternos “Crevani” de última moda que lucían mis primos, sus carros del año, los viajes a Europa, todo. Es decir, todo salía de los ingresos de “Robel”, mientras, unos turnos extra, fabricaban un “invento” clandestino que habría de llamarse “Yambal”.

Unos cosméticos “bamba”, fabricados con la técnica y los insumos de “Helena Rubinstein”.

Es muy posible, que la fortuna de mi tío y mis primos, haya empezado con ese, digamos, “contrabando”. Pero lo que si es seguro, es que mi “descubrimiento”, habría de desencadenar la pérdida de todos los bienes honestamente ganados por mi padre y abrirían un dramático capítulo de mi existencia.

(MAÑANA: UN BALAZO EN LA TARDE).

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