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DOS NIÑOS: DOS CAMINOS

DOS NIÑOS: DOS CAMINOS

Publicado en Perro mundo-Jueves, 27 Febrero 2014 13:22
DOS NIÑOS: DOS CAMINOSA la izquierda, Ricardo Belmont C. y a la derecha Eduardo Belmont. En la foto ambos tienen 6 años












Por César Augusto Dávila

Fíjese usted lo que son las cosas. Ayer nomás, al leer una nota periodística que ponía de relieve a los hombres más ricos del Perú, ubicados también entre los más adinerados del mundo, recordé un regalo que me hizo hace años, el recordado Carlos.

(“El Chino”) Domínguez y parando de cabeza mis archivos, rescaté esta fotiche que hoy presento a los ojos de todos mis amables lectores.
Si pues. En dicha instantánea captada por uno de los mejores reporteros gráficos de estas playas, aparecen Ricardo Belmont Cassinelli y su primo hermano Eduardo Belmont, cuando ambos frisaban los traviesos seis almanaques, compartiendo aventuras y, naturalmente, los sueños que suelen asomar a la vida, cuando aun el mundo es color de rosa, envuelto en papel celofán, con cintita colorada.
Una mirada profunda y analítica a esta sencilla imagen, nos revela-sin embargo- la mirada escrutadora e idealista del pequeño “Colorao”, que pasa fraternamente su brazo, sobre el cuello de su querido primo y la mirada de Eduardito, proyectada más bien, a los asuntos concretos y materiales del mundo al cual, apenas se asomaba.
Indagando la historia de ambos personajes, puede saberse que mientras Ricardo, se interesó por la justicia social, el amor a la patria y el sueño de transformar nuestro Perú, para alcanzar el bien común y una mejor calidad de vida para todos, Eduardo se proyectó a estructurar un imperio de la industria cosmética y un gran negocio de distribución puerta por puerta, que a la larga, lo habría de convertir, en el magnate que ahora exalta la revista china “Huru”, que viene siendo algo así, como la “Forbes del mundo asiático.
Ricardo Belmont Cassinelli, mantuvo la cercanía con este primo con el cual había compartido los hermosos días de la infancia, hasta la “primera adultez” que supera los veinte años.
Para entonces, Eduardo, ya empezaba a amasar su gran fortuna, en tanto Ricardo, se interesaba por la estrategia que éste seguía para alcanzar sus objetivos.
Preguntaba, por ejemplo, si las trabajadoras de “Yambal” –empresa básica de “Belcorp”-, limitaban sus actividades a un recorrido de ocho horas diarias, quería saber, si ellas tenían seguro de salud, o si se aportaba lo correspondiente al Fondo de Pensiones y en fin, si recibían un trato humano y respetuoso de las leyes laborales.
Dicho interés, determinó el punto de ruptura de la familiaridad -y la fraternidad- entre estos dos hombres que un día fueron niños, hermanados por la sangre y la vida en común.

A partir de entonces, uno de ellos,-Eduardo- llegaría a ser, el poderoso millonario y el otro, Ricardo, el soñador, el hombre de comunicaciones, el que batallando por un Perú mejor, llegaría en dos oportunidades a la Alcaldía de Lima, ungido el por voto popular.
Pero la vida, no sólo brinda halagos de diferente signo. También tiene misterios y…peligros.

Una tarde, en momentos que Ricardo salía de una de sus oficinas ubicada en la calle Berlín, en Miraflores, un raudo Volkswagen blanco, apareció en su camino y de su interior, un asesino jamás identificado, le disparó un balazo que pudo acabar con su vida.
La policía elaboró al respecto, diversas hipótesis. Teorías que transitaban todas las posibilidades y motivaciones. Pero, al fin y al cabo, el tiempo y el olvido cerraron las puertas a la verdad, mientras Ricardo volvía a su vida y a su trabajo, luego de lidiar dolorosamente con la muerte.

Hoy, Eduardo figura entre los hombres más ricos del Perú y es citado como un potentado a nivel mundial, mientras su imperio sigue creciendo.
Ricardo, en cambio, continúa batallando por mantener a flote su canal de televisión y su plataforma informativa, unidad de trabajo que representa la más destacada voz independiente del periodismo peruano.

Paralelamente ha retomado sus afanes políticos, enarbolando sus jamás abandonadas banderas de justicia social y auténtica y plena reforma, que lleve a nuestra patria a la Gran Transformación, que empezó a soñar, prácticamente desde la niñez.
Es asombroso, todo lo que puede entenderse a partir de la contemplación de una simple y añosa foto. Una impresión en blanco y negro que un día perennizara las expresiones de dos niños que interrumpieron sus juegos, para detener en el tiempo, la proyección de dos sueños diferentes.
La ambición de la riqueza, por un lado y la grandeza del suelo patrio por el otro.
Quizá estemos a un paso de ver realizada la grandiosa visión de ese niño que un día fue Ricardo. Pongamos nuestra fe en ello.
Lo asombroso de algunos sueños, es que un día, se convierten en realidad.