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“MAQUILLAJE DE UN CRIMEN” (I)


Ricardo Belmont:
Retrato de Un Triunfador


Nota de Redacción.-Esta es la reproducción de un artículo aparecido en la revista “VSD”, suplemento del diario “La República”, el viernes 29 de marzo de 1985.

Aparece en “El Hermanón”, como avance a una síntesis del libro escrito por Ricardo Belmont, “Maquillaje de un Crimen”, que publicaremos más adelante.


Mientras aminaba para recibir su segundo trofeo “CIRCE”, seguro Ricardo Belmont, no pudo dejar de pensar, “cómo cambian los tiempos, Venancio”-y cómo pues, ahora da a manos llenas y los periodistas lo premian doblemente si apenas ayer, le dieron duro, casi, casi, con palo.

Por eso es que ante el micrófono le salió del alma eso de “la verdad, ya era hora”.

Por eso, es que en la oficina de Manco Cápac, en La Victoria, donde ha jurado volver a levantar su Canal Once, Ricardo Belmont, luego de una taza de café, pega una risotada y jura que parece mentira. Pero yo, estoy seguro que este idilio con los periodistas, ya se encontraba en sus planes.

Cuando casi enloquece hablándome de su proyecto del “accionariado difundido” (en plena marcha), cuando habla por teléfono, entra y sale de la oficina y se enreda en conversaciones con su hermano Gonzalo, ya no puedo dejar de preguntarme de dónde saca Ricardo, tanta energía.

Si, pues, cuál es la energía secreta de este señor que hablando sabatinamente al público, tal como lo hace un patita de barrio, ha logrado vencer al antiguo monstruo de Augusto ferrando y su “Trampolín a la Fama” (¿Qué treinta años, no es nada”), a punto tal, que en la entrega del “CIRCE”, cuando el locutor mencionó al moreno animador, la concurrencia lo pifió y, hasta en tres oportunidades.


“EL PÚBLICO NO OLVIDA”

Luego que satisface al maniático de Vilca, con sus ocurrencias para las fotos, Belmont atiende otra llamada y cundo cuelga, exclama:”¡Si yo paro, me muero!”. Entonces, en medio del clima que ha creado la frase, le pregunto, si, pues,  Ricardo, pero ¿cuál es tu energía? ¿Cuál es tu fuerza?.

Y Ricardo Belmont, el joven de los mil polos sabatinos, pone por única vez la cara seria para decir: “MI energía, es el resentimiento, el dolor. Yo soy un triunfador, por revancha”.

-Después me dirá que, sin embargo, él es un gran optimista, que su fuerza también la consigue de la fe que tiene en la gente y cosas así, pero su verdad, ya la había dicho. Y desde entonces lo veía distinto, ya no con la sonrisa permanente de todos los sábados, cuando insiste con eso de “positivo,”positivo”. Ahora de pronto, luce más humano, más verdadero.

Si, pues, cómo hace, cómo hacía, cómo hace Ricardo Belmont, para estar en todas partes, para amanecerse en las teletones, para superar las recaudaciones prometidas, para convencer a la gente,-como lo está haciendo-  de que lo siga en su proyecto de revivir a su Canal Once, para dirigir sus emisoras “RBC” y “Excelsior”, baladas en salsa con frecuencia modulada (casi hasta ayer, parecía una herejía) y, encima, para ganar.


HISTORIA DE UN DESPOJO

En el único momento que Belmont estuvo, no diré solemne, pero si serio, lejos del tono deportivo y jovial de siempre, fue cuando confesó que el origen de su vehemencia, se encontraba en el despojo de que fue víctima su padre, por parte de un hermano suyo, cuando él, Ricardo, tenía 23 años.

-“Mi padre, perdió todos sus bienes en un pleito de familia, en el que le quitaron todo. Yo conocí entonces la traición, en su máxima expresión.

Un hermano de mi padre, un ex tío mío, le quitó “Radio 1160”, “Radio Atalaya”, la Droguería Francesa”, Laboratorios Rober”, perdió las boticas, el “Instituto Helen Rubinstein”, y también perdió a su hermano y, nosotros, a todos nuestros parientes”.

-Viéndolo, como pálido, nadie se atrevería a llamarlo “Colorao”. De ahí, pues, de esos recuerdos tristes y furiosos, Belmont extrae toda su energía.

Dice que hasta los 23 años, él había recibido de todo y en la boca. Que era un muchacho de vida fácil, más que fácil, facilísima, pero que a los 23 años tuvo contacto directo con el lado más feo de la vida: la ingratitud, la persecución legal, los papeleos, el odio. Ricardo cuenta que por ese camino, maduró de golpe. De golpe duro, si cabe.

(MAÑANA:  “ NOS QUEDAMOS EN LA CALLE”).